Errores más comunes en el control de plagas ganaderas y cómo corregirlos sin elevar costos
Los fallos típicos en el control de plagas ganaderas—químicos mal usados, dosis erróneas y manejo deficiente de potreros—y un plan práctico para evitarlos y proteger rentabilidad.
La sanidad del rodeo depende de decisiones que parecen pequeñas pero que, acumuladas, determinan si una campaña sanitaria funciona o fracasa. En ganadería, las plagas y parásitos (garrapatas, mosca de los cuernos, tábanos, parásitos internos) están siempre presentes, y el error no es “tenerlos”, sino no administrarlos con disciplina. A continuación, repasamos los errores más frecuentes que vemos en el campo—sobreuso de químicos, dosificación inadecuada y falta de rotación de potreros—y sumamos otras fallas igual de comunes que pasan desapercibidas: calendarios sin monitoreo, falta de registros, equipos mal calibrados, compras por precio sin controlar calidad, y poco foco en bioseguridad. La buena noticia es que casi todos tienen solución rápida, medible y, en muchos casos, más barata que seguir “haciendo lo mismo”.
1) Sobreuso de químicos: cuando “más” es sinónimo de “peor”
Uno de los vicios más costosos es aplicar acaricidas, insecticidas o antihelmínticos de manera rutinaria, sin diagnóstico ni umbrales. Tratar “por las dudas” o cada vez que se ve un insecto fortalece la selección de poblaciones resistentes, encarece el sistema y, a mediano plazo, deja al productor sin herramientas eficaces.
Qué hacer en su lugar
-
Monitorear y decidir: establecer umbrales (p. ej., promedio de garrapatas adultas por animal, conteo de moscas por lomo, EPG para helmintos) y actuar solo cuando se superan.
-
Rotar familias químicas por estación o ciclo, no solo marcas comerciales.
-
Alternar con controles no químicos: manejo del ambiente, trampas, descanso sanitario de potreros, escarabajos coprófagos, mallas, refugios de sombra bien diseñados.
-
Capacitar al personal para reconocer signos tempranos, evitando “bombas químicas” tardías y caras.
2) Dosificación inadecuada: ni por arriba, ni por abajo
Dosis subterapéuticas favorecen resistencia y no resuelven el problema; sobredosis encarecen, aumentan residuos y riesgos para el animal. Las causas típicas: estimar pesos “a ojo”, aplicar el mismo volumen a todo el lote, o no mezclar correctamente productos de baño.
Cómo corregir
-
Pesar o estimar con tablas confiables, ajustando por categoría.
-
Calibrar equipos (mochilas, dosificadores, bombas): comprobar caudal, presiones y boquillas antes de cada campaña.
-
Seguir etiquetas: respetar concentración, manejo de emulsiones, tiempos de contacto y carencias.
-
Verificar uniformidad de aplicación: animales bien empapados en baños/duchas; en pour-on, aplicar sobre piel limpia y seca.
3) Falta de rotación de potreros: el ciclo del parásito sigue… y el problema también
Pastoreo continuo en un mismo potrero sostiene el ciclo de garrapatas y larvas gastrointestinales. Sin descanso sanitario, el parásito encuentra siempre hospedadores y microhábitats ideales (sombra, humedad, pasto alto).
Acciones clave
-
Planificar rotaciones con descansos suficientes (30–45 días en climas cálidos para ectoparásitos; más largos para quebrar ciclos larvarios internos).
-
Evitar sobrecarga: lotes con alta densidad elevan la presión de infección.
-
Manejo del pasto: controlar malezas y sombras densas en perímetros, y mantener alturas que dificulten el ascenso de larvas.
-
Ajustar entradas a potreros “limpios” después de desparasitar estratégicamente.
4) Calendarios “ciegos” sin monitoreo
Aplicar “cada 30 días” por costumbre es cómodo, pero contraproducente: a veces se trata de más, a veces se llega tarde. Sin datos de campo, el calendario no refleja la realidad climática ni la presión parasitaria del momento.
Mejor práctica
-
Inspecciones quincenales en picos estacionales de ectoparásitos.
-
Coprologías (EPG) selectivas en categorías sensibles: tratar cuando los conteos y la condición corporal lo indiquen.
-
Registros simples (cuaderno o app): fecha, producto, lote, dosis, resultados a los 14 días.
5) Equipos sin mantenimiento ni calibración
Un baño con boquillas tapadas o una mochila que gotea desperdician producto y generan “parches” mal tratados que se transforman en focos de reinfestación.
Solución práctica
-
Checklist previo: boquillas, presión, caudal, mangueras.
-
Limpieza y recambio de filtros y picos según horas de uso.
-
Capacitación en mezcla y agitación constante del caldo.
6) Ignorar los tiempos de carencia y la seguridad alimentaria
Vender ganado o leche con residuos por no respetar carencias afecta precios, reputación y abre puertas a sanciones.
Buenas prácticas
-
Planificar tratamientos fuera de ventanas de venta o de lactancia crítica.
-
Lotes separados y carteles con fecha de última aplicación y fecha de liberación.
7) Comprar “lo más barato” sin revisar calidad ni familia química
Cambiar de marca sin mirar la clase de ingrediente activo lleva a rotar etiquetas pero no mecanismos de acción. En paralelo, productos de dudosa procedencia pueden tener concentraciones inconsistentes.
Qué revisar antes de comprar
-
Ingrediente activo y familia (piretroides, organofosforados, amidinas, lactonas, benzimidazoles, etc.).
-
Registro y proveedor confiable.
-
Fecha de vencimiento y condiciones de almacenamiento.
8) Falta de bioseguridad: sin cuarentena, el problema entra por la tranquera
Ingresar animales sin revisión trae garrapatas resistentes, helmintos y hasta vectores de enfermedades.
Medidas mínimas
-
Cuarentena 21 días con inspecciones, baños/desparasitación según diagnóstico.
-
Revisión de transportes (camas de camiones, corrales de encierre).
-
Control perimetral: malezas y sombras en alambrados donde se refugian ectoparásitos.
9) No integrar manejo, genética y nutrición
La sanidad no se sostiene solo con productos: mala nutrición agrava el impacto de parásitos; razas o cruzas con piel más resistente y mejor respuesta inmune toleran más presión con menos tratamientos.
Claves de integración
-
Minerales y proteína adecuados para sostener inmunocompetencia.
-
Selección genética por rusticidad y resistencia relativa.
-
Refugios y bebederos que no generen barro y encharcamientos (foco de tábanos y larvas).
10) No medir el resultado
Si no se mide, no se mejora. Muchos planes siguen por inercia porque no hay números que demuestren su ineficacia.
Indicadores simples
-
GDP (ganancia diaria de peso) por lote antes y después de cambios.
-
EPG pre y post desparasitación (día 0 y día 14).
-
% de animales con >20 garrapatas adultas en muestreos regulares.
-
Litros de leche/vaca/día en épocas de mosca.
Plan de corrección en 6 pasos (aplicable en cualquier tamaño de establecimiento)
-
Diagnóstico rápido (2 semanas): inspección visual de 30–50 animales por lote; EPG en categorías problema; auditoría de equipos y stock de productos.
-
Definir umbrales y calendario flexible: establecer cuándo tratar (no “cada X días”), por especie de plaga y categoría.
-
Rotación real de familias químicas: diseñar una grilla estacional que alterne mecanismos de acción; registrar cada aplicación.
-
Manejo de potreros y ambiente: programar descansos sanitarios, controlar malezas y orillas de agua; plan de limpieza en corrales.
-
Capacitación del equipo: taller práctico sobre mezcla, dosificación, seguridad, carencias y lectura de etiquetas.
-
Medición y ajuste continuo: revisión quincenal en picos; evaluación mensual de indicadores; cambios tácticos si no se alcanzan metas.
Beneficios de “hacerlo bien”
-
Menos resistencia y más vida útil de los productos.
-
Menores costos por menos re-aplicaciones y pérdidas productivas.
-
Mejor bienestar animal: menos dolor, estrés y heridas.
-
Cumplimiento comercial: sin rechazos por residuos, mejor reputación.
-
Sostenibilidad: menos carga química en ambiente y personas.
Los errores más comunes en el control de plagas ganaderas no son inevitables: responden a hábitos que pueden corregirse con información, disciplina y medición. Al pasar del “calendario ciego” al manejo integrado y basado en datos, el establecimiento recupera control, reduce costos y protege su capital biológico. La fórmula es conocida pero exige constancia: diagnosticar, dosificar bien, rotar potreros y principios activos, invertir en manejo y medir resultados. Hecho así, el control deja de ser un gasto repetitivo y se convierte en una ventaja competitiva.